Dime que me has olvidado.
En la ciudad que no duerme
me despierto pensándote.
Aunque no quiera, aún duele
la estaca clavada en mi ser.
Sé que no quisiste hacerme daño,
aunque hoy vivas arrepintiéndote.
Te pido, por favor, que me odies
así lograré odiarte yo también.
No me digas que me extrañas
porque los recuerdos se aferran con desdén.
Dime que me has olvidado
y podré arrancarte de una vez.
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