Polvo en el viento.

Promesas que quedaron bordadas 

en algún rincón de mi alma. 

Dejaste las huellas de tus manos 

tatuadas en cada pedazo de mi piel. 

Tus caricias calaron tan profundo 

que aún cuesta olvidarte y ponerme de pie.


Fuiste un manojo de ilusiones 

dibujadas en el aire, 

que se esfumaron con la primera brisa.

Y yo llegué tarde, 

a entender que sólo fue un juego:

dulce, maquiavélico, imperceptible.


Supiste conquistarme, enamorarme. 

Me estudiaste en cada detalle.

Sabías lo que quería, 

y de eso te aferraste.


Engañada y subyugada, 

me ibas robando el alma 

en cada beso que me dabas.


Construiste un paraíso 

con manos generosas, 

un encanto embustero, cautivador. 

Pero ese paraíso tenía reglas 

que corrompían toda mi esencia.


Me quisiste atenta, bonita y sumisa; 

a merced de tus caprichos, 

esclava de tus celos desmedidos.

Dibujaste un mundo alegre para mí 

en acuarela bajo el mar.

Ingenua, caí sin más.


Cada palabra, un puñado de mentiras. 

Cada caricia, una estrategia.

Manipulaste mi conciencia, 

doblegaste mi voluntad y mis credos. 

Confundiste amor con posesión. 

Me diste alas, 

pero para volar entre barrotes.


Así, sometida a tus reglas

en nombre del amor, 

olvidé mi esencia, 

mi luz...

y caí sin más.


Comencé a necesitar del aire que vos respirabas,

de tus brazos para existir, 

creyendo encontrar un falso refugio 

en la cárcel que construías para mí.


Nunca comprendiste 

que si se ama, no se aleja; 

si se ama, no se abandona; 

si se ama, se elige quedarse,

sin que hagan falta las cadenas.


Me olvidé de respirar. 

Me olvidé de la felicidad. 

Se apagó mi luz y me perdí 

en la oscuridad de tu mundo:

diabólico, egoísta y tormentoso.


Pintaste un mar de colores 

para naufragar entre tormentas. 

Y añorando la calma,

me alejé sin más vueltas.


En una bocanada de aire refloté, 

vi la luz y la ansié. 

Sorteada a ser la esclava 

de tu mundo perverso, 

a ciegas caminé hacia la salida.


Y aunque duela, hoy lo sé:

no sos lo que yo soñé.


Difícil fue despertar.

Aún transito un camino en penumbras,

pero no quiero mirar atrás:

por fin volví a respirar.


Aunque los gritos sean mudos, 

y el llanto se disfrace de sonrisa,

aunque tenga el alma hecha un ovillo 

y el pecho comprimido de emociones, 

se que sin vos estoy mejor.

Que tu amor no era amor, 

y que he vuelto a ser yo.


Camino por la cornisa, 

pero firme en mi decisión:

prevalece la felicidad 

que mi corazón merece.


Te digo adiós, ahora y siempre.

Te digo adiós, aunque duela. 

El desapego es doloroso, 

pero necesario.

 

Ojalá algún día comprendas: 

no se puede vivir encadenada.

El paraíso se vuelve infierno, 

y el aire, sofocante, 

cuando no se deja ser 

a quien se ama.


En la vida, uno deja huellas.

Vos dejaste cicatrices. 

Pero tranquilo,

yo voy a estar bien.  


Hoy se desangran mis venas, 

mañana serás historia. 

Sobran oportunidades de ser amada,

y en eso encuentro consuelo:

el que hoy necesita mi alma.


No te atrevas a regresar.

Fue más grande la espina que la rosa.

Clavándose en mi pecho, 

me hizo odiarte más que a cualquier cosa.


Solté las cadenas de los pies. 

Ya no sos faro en mi océano. 

Sólo sos

              polvo 

                        en el viento, 

                                          que se disipa 

                                                              y muere lejos.




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