El mar
I
Se sentó a la orilla de la roca
para observar el espectáculo del mar,
acompañada del silencio
que precede a la tempestad.
Con ímpetu, la ola llegaba a la orilla,
subiendo sin escrúpulos por tierra firme;
humedecía la fina arena
que reposaba ardiente bajo el cielo naranja,
dejando marcas de espuma blanca
que, en los granitos del suelo,
penetrando ensueños
nunca se irían.
II
Bajo el manto negro del expectante cielo,
fiel testigo de este desvelo,
el mar le regaló musa,
y un canto que rima
con la nostalgia infinita
que, en su mirada palpita,
añorando se extiendan
los hilos del tiempo.
III
Pero,
como todo lo bueno que pronto se acaba,
el momento llegó.
A la tórrida arena
que con tanto amor abrazaba,
el mar la besó;
y erosionando todo a su paso,
bajo el crepúsculo,
sin decir nada, se despidió.
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