La luna se vistió de rosa
Viento del Norte, en tus brazos oscilantes,
traes enroscado un nuevo augurio.
Susurrante al oído, se instala una quimera.
Casi sin pensarlo,
fui siguiendo el caminito
que tus pasos, obstinados y seguros,
dejaron.
Quizás no te diste cuenta,
pero la luna se vistió de rosa
y me sonríe diferente.
La paciencia nunca ha sido una de mis virtudes;
a menudo juzgo antes de tiempo.
Pero la vida no es vida
si no nos atrevemos a saltar.
(La soledad, mi amiga y mala consejera,
hoy me acusa de cobarde.)
Las palabras azotan mi tranquila tarde,
mientras le juego la ruleta rusa al tiempo.
Mascullando ensueños
que luchan con las sombras de mis miedos,
diagramo estrategias que me ayuden a resolver el dilema:
¿Cómo hacerte saber que ahora sí estoy dispuesta?
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